En Mesoponamia, encontramos la primera referencia del jabón. Concretamente, en Siria aparecen las primeras fórmulas y del 4000 a.C. es el famoso jabón de Alepo, el rey de los jabones con un gran efecto terapéutico y que hoy en día goza de gran prestigio. Se tiene constancia que también se elaboraba en Egipto, pero no se utilizaba para higiene personal.
En Europa, la presencia del jabón es mucho más tardía y hasta el siglo VII, no empieza a extenderse su uso. Los primeros jabones se elaboraron a base cenizas de maderas, plantas barrileras y algas, mezcladas con aceites, grasas y sebos de animales y agua.
Más tarde aún, se extendió por toda Europa y cobraron importancia las producciones inglesas y alemanas, siendo estas últimas consideradas las de mejor calidad a finales del siglo XVI.
Ya a finales del s. XVIII, animado por un concurso público, Leblanc descubre el método para obtener sintéticamente el carbonato sódico lo que hace que la industria jabonera prolifere y mejore bastante. A partir de ese momento el arte jabonero se convierte en industria y tanto Leblanc como Solvay desarrollan métodos para obtener sosa cáustica con lo que el proceso es aun más efectivo. A principios del s.XIX Chevreul determina la naturaleza de las grasas lo que da pie al perfeccionamiento de la producción del jabón.
Con las grandes guerras en el siglo XX escasean las grasas tanto animales como vegetales y se elaboran otros productos sustitutivos del jabón. Los conocemos generalmente como detergentes. Desde entonces, fundamentalmente por su rentabilidad, se han ido combinando jabones con detergentes incluso hasta su sustitución total.
Fuentes varias.
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